Algunos han opinado que como escritora soy un poco
inmadura, y me encanta. Porque es verdad que para mí escribir, como casi todo
lo que he hecho en mi vida, ha sido como un juego de niños. Tratando de ser
madura, tuve un marido que se jalaba los pelos porque le decía que yo había
encontrado la fórmula mágica para
exorcizar el castigo bíblico, convirtiendo mi trabajo en un hobby. Y mira que
en aquellos años trabajaba duro, pero el pobre era uno de esos baby boomers,
neoliberal, capitalista convencido, y no le cabía en su duro cerebro que no me
lo tomara en serio. Era un ‘re-ingeniero’ de almas de la misma talla de esos
que van por las organizaciones imponiendo nuevas narrativas mientras
reorganizan instituciones y cerebros. Mas, qué puede ser más excitante y
divertido que agarrar las palabras y crear con ellas criaturas divinas y/o
infernales; parir avatares; resolver los asuntos peliagudos de la vida tan solo
con letras y, luego, sentarme a chupar una colombina mientras me releo y/o
corrijo?
Ayer, por ejemplo, vi una película de estreno en
Netflix que me hizo pensar en un clásico como lo es la “Muerte en Venecia”;
en un pasaje hermoso de “Memorias de Adriano”, en “Youth” y, en
fin, en los efebos griegos y, de pronto, ¡zas!, recordé un cuento que escribí
en el 2015, cuando las noticias y la narrativa del momento estaba enfocada en
eso que llamaron ‘matoneo’, en español; ‘bullying’, en inglés y ‘pesten’,
en holandés. Así pues, antes de hacer spoiler, aquí los dejo con mi cuento, llamado
“Aquí, entre nos… la canción del Rapero”. De pronto un día se animan a contarme
de que película les estuve hablando… ¡¿Por qué no?!
“AQUÍ
ENTRE NOS…
la canción del Rapero”
Culparlo, lo que se dice culparlo, No, yo no lo culpo.
Jalándole a la sinceridad hasta me alegró que lo hubiese hecho; si no hubiese
sido él; en su honor, me hubiera tocado a mí. Se necesitan bolas para
atreverse, ¡man!, y él: el Negro Pit, el apestado, ¡zas!, te puso por fin a
dormir en Santa Paz.
Si te traigo estas flores es solo porque ahora, en vez
de ser yo el que… Te toca a vos mismo chuparte el gladiolo.
La polí y el ministerio de justicia han venido a
visitarme. Siendo yo quien era me toca cubrir las apariencias y, como todos,
seguir al grupo; hacer como si tú no nos hubieses apestado nunca.
Mira, te he traído el muñeco de peluche que me
regalaste la noche aquella. Te lo había dicho, te lo había advertido: te
pusiste a jugarle al matoneo creyendo que él era yo y, ¡zas!, te han matado…
¡Toy mata’o, toy mata’o!; ¡tas mata’o! ¡tas mataó!...
Tú me inicias, yo lo inicio y
es él quien te finiquita…
¡Toy mata’o, toy mata’oooooo!
pero, de la risa… ¡man!
Tas mata’o, tas mata’oooooo!
C.S. Ariza-Olarte/ Utrecht, 2015