EL CUENTO CHINO DE
CÉSAR AIRA...
...paradójicamente
hablando... empieza con mi propio cuento. Resulta que cuando me senté a
escribir este texto ya tenía el título desde hacía por lo menos dos meses.
Exactamente lo que hace que leí la novela corta de César Aira que lleva por
título El Mármol. Historia que se me
antojó un entretenido cuento chino, por lo cual decidí que si escribía algo
sobre Mármol le pondría por título El Cuento Chino de... Así nomás se me chispotió el nombre, sin
tener ni la más madre idea de que Aira ya había publicado una novela titulada Una Novela China, de la cual yo no había
oido nada de nada.
Como ven
está complicado, por eso he querido zanjar la duda contando primero mi cuento;
me ha quedado sonando si se trata de la misma novela reeditada bajo otro nombre
o es otra diferente. Práctica que al parecer es común, y sirve a los editores para
poder vender más; esto lo leí en un blog de un agente literario.
De pronto
alguno de ustedes me ayude a dilucidar este misterio, que además espero les
ayudé también para entender que estoy escribiendo sobre César Aira sin conocer
su obra a profundidad y, menos, sin tener mucha información sobre su vida, obra
y milagros. Y es que aunque parezca raro esa escaces de información es lo que más
me gusta de él, y lo que más me ha
motivado a escribir sobre él y su novela El Mármol. Desde que empecé a leerlo
mi experiencia me ha mostrado que no es un autor fácil de encontrar y por lo
mismo leerlo me ha parecido uno de esos raros privilegios. Al comienzo pensaba
que era porque lo estaba buscando aquí en Holanda, el pequeño reino en el que
habito, mas la verdad es que no era solo por eso, es porque es difícil de
encontrar. He ahí porque leerlo me ha hecho moverme entre el orgullo pendejo y
una especie de tristeza de lectora-escritora desconocida.
Y es que,
como para rematar la rareza, la manera
cómo llegué a este escritor fue de lo más inusual. Fue a propósito de una
conferencia que dictaría Carlos Fuentes en la Universidad de Ámsterdan, hace ya
más de diez años, que me dio por
escarbar en mis archivos y me encontré con una entrevista que le habían
hecho en la Feria de Guadalajara en la cual, a manera de cierre, le preguntaron
por la nueva camada de autores en su opinión dignos de tener en cuenta y, entre
dos o tres nombres más, salió a relucir el de César Aira.
Con la
lista de nombres me fuí a buscar en las librerías de Utrecht algo de ellos,
pero nada de nada, tampoco había nada en las dos bibliotecas que frecuentaba
entonces: la del Cervantes y la pública, así que pedí en una de ellas que si
podían buscar para mi un ejemplar de César Aira y, como a las dos semanas me avisaron
que tenían dos libros de él listos para ser prestados. Uno era un cuento largo
llamado, Cómo me hice Monja y el otro
Cumpleaños... No los leí los
devoré... Y no voy a decir brutos, sin embargo me encantó encontrarme con una
manera totalmente diferente de contar, de escribir; algo no muy fácil de
digerir, pero entretenido y con un contenido escondido en una metanarrativa sin
grandes pretensiones. Me pareció entonces que su manera de narrar y de acabar
sus novelas seguía en algo las pautas que el cine francés dictaba por aquellos
años: historias complicadas con finales más o menos indescifrables, abiertos a
las mil y una posibilidades e interpretaciones. Puesta a escoger, recuerdo que
me quedé con Cómo me hice Monja. Cumpleaños me costó mucho más digerirla,
algo no fluyó.
En este
momento si tengo dos de sus novelas en mi biblioteca personal es sólo porque
sin poder encontrarlo en ninguna parte, en dos de mis viajes a Colombia me ha
dado por preguntar en las librerías por él y, un poco sorprendidos, han ido a
buscarlo a la trastienda. La primera vez no me pareció extraño; pensé que
quizás acababan de recibir un pedido y no habían tenido tiempo de ponerlo en
los estantes, pero cuatro años más tarde sucedió lo mismo... Fue cuando mi
propio cuento me empezó a sonar más raro que sus propios cuentos.
Este año,
2015, estando de visita en Bogotá asistí a la Feria del Libro y en el pabellón
de Macondo –dedicado a Gabriel García Márquez-, me dio por preguntar por él y, luego de
escarbar entre las cajas, me mostraron su novela El
Mármol, editada por La Bestia Equilatera de Aguilar en 2011. El dichoso
cuento chino con el que les empecé mi propio cuento.
El Mármol aparte de genial es divertida, loca, desquiciada,
abstracta y al mismo tiempo trae un mensaje cifrado que puede parecer muy
superficial, pero escarbando uno descubre que lo que nos está contando es algo
que nos ha venido sucediendo ya desde hace algunas décadas como resultado de la
invasión de productos chinos en nuestros débiles mercados. Productos que en la
novela están representados por una serie de figuritas o, como decimos en mi
tierra, maricaditas de esas que al final no sirven para nada, las cuales además
de inútiles ni siquiera son de mármol sino de plástico... y si eso no es un
cuento chino entonces ¿qué?
Algo más
que les puedo contar de la súper prolifica obra del argentino César Aira es que
aparte de las novelas que les he nombrado he leído dos más que se me antojan
tal vez las mejores, la primera, Las
Noches de Flores y la segunda, Parménides.
Y digo prolifica porque como dijo de él Carlos Fuentes, Parece que escribe
hasta cuando se está bañando. Algo que suele causar cierto malestar e
incertidumbre a sus críticos, algunos de los cuales piensan que su estilo es
descuidado, sus historias superfluas y, sobre todo, lo que creo molesta más, es
que no es un escritor comprometido con nadie ni nada, excepto con el arte de
escribir: su trabajo, su pasión y su vida; si he entendido bien lo que de él va
dejando por ahí en sus novelas.
Carmen
Socorro Ariza-Olarte