domingo, 26 de julio de 2015

El cuento chino de César Aira

EL CUENTO CHINO DE CÉSAR AIRA...
...paradójicamente hablando... empieza con mi propio cuento. Resulta que cuando me senté a escribir este texto ya tenía el título desde hacía por lo menos dos meses. Exactamente lo que hace que leí la novela corta de César Aira que lleva por título El Mármol. Historia que se me antojó un entretenido cuento chino, por lo cual decidí que si escribía algo sobre Mármol le pondría por título El Cuento Chino de...  Así nomás se me chispotió el nombre, sin tener ni la más madre idea de que Aira ya había publicado una novela titulada Una Novela China, de la cual yo no había oido nada de nada.
Como ven está complicado, por eso he querido zanjar la duda contando primero mi cuento; me ha quedado sonando si se trata de la misma novela reeditada bajo otro nombre o es otra diferente. Práctica que al parecer es común, y sirve a los editores para poder vender más; esto lo leí en un blog de un agente literario.
De pronto alguno de ustedes me ayude a dilucidar este misterio, que además espero les ayudé también para entender que estoy escribiendo sobre César Aira sin conocer su obra a profundidad y, menos, sin tener mucha información sobre su vida, obra y milagros. Y es que aunque parezca raro esa escaces de información es lo que más me gusta de él, y  lo que más me ha motivado a escribir sobre él y su novela El Mármol. Desde que empecé a leerlo mi experiencia me ha mostrado que no es un autor fácil de encontrar y por lo mismo leerlo me ha parecido uno de esos raros privilegios. Al comienzo pensaba que era porque lo estaba buscando aquí en Holanda, el pequeño reino en el que habito, mas la verdad es que no era solo por eso, es porque es difícil de encontrar. He ahí porque leerlo me ha hecho moverme entre el orgullo pendejo y una especie de tristeza de lectora-escritora desconocida.
Y es que, como para rematar la rareza,  la manera cómo llegué a este escritor fue de lo más inusual. Fue a propósito de una conferencia que dictaría Carlos Fuentes en la Universidad de Ámsterdan, hace ya más de diez años, que me dio por  escarbar en mis archivos y me encontré con una entrevista que le habían hecho en la Feria de Guadalajara en la cual, a manera de cierre, le preguntaron por la nueva camada de autores en su opinión dignos de tener en cuenta y, entre dos o tres nombres más, salió a relucir el de César Aira.
Con la lista de nombres me fuí a buscar en las librerías de Utrecht algo de ellos, pero nada de nada, tampoco había nada en las dos bibliotecas que frecuentaba entonces: la del Cervantes y la pública, así que pedí en una de ellas que si podían buscar para mi un ejemplar de César Aira y, como a las dos semanas me avisaron que tenían dos libros de él listos para ser prestados. Uno era un cuento largo llamado, Cómo me hice Monja y el otro Cumpleaños... No los leí los devoré... Y no voy a decir brutos, sin embargo me encantó encontrarme con una manera totalmente diferente de contar, de escribir; algo no muy fácil de digerir, pero entretenido y con un contenido escondido en una metanarrativa sin grandes pretensiones. Me pareció entonces que su manera de narrar y de acabar sus novelas seguía en algo las pautas que el cine francés dictaba por aquellos años: historias complicadas con finales más o menos indescifrables, abiertos a las mil y una posibilidades e interpretaciones. Puesta a escoger, recuerdo que me quedé con Cómo me hice Monja. Cumpleaños me costó mucho más digerirla, algo no fluyó.

En este momento si tengo dos de sus novelas en mi biblioteca personal es sólo porque sin poder encontrarlo en ninguna parte, en dos de mis viajes a Colombia me ha dado por preguntar en las librerías por él y, un poco sorprendidos, han ido a buscarlo a la trastienda. La primera vez no me pareció extraño; pensé que quizás acababan de recibir un pedido y no habían tenido tiempo de ponerlo en los estantes, pero cuatro años más tarde sucedió lo mismo... Fue cuando mi propio cuento me empezó a sonar más raro que sus propios cuentos.
Este año, 2015, estando de visita en Bogotá asistí a la Feria del Libro y en el pabellón de Macondo –dedicado a Gabriel García Márquez-,  me dio por preguntar por él y, luego de escarbar entre las cajas, me mostraron su novela  El Mármol, editada por La Bestia Equilatera de Aguilar en 2011. El dichoso cuento chino con el que les empecé mi propio cuento.
El Mármol aparte de genial es divertida, loca, desquiciada, abstracta y al mismo tiempo trae un mensaje cifrado que puede parecer muy superficial, pero escarbando uno descubre que lo que nos está contando es algo que nos ha venido sucediendo ya desde hace algunas décadas como resultado de la invasión de productos chinos en nuestros débiles mercados. Productos que en la novela están representados por una serie de figuritas o, como decimos en mi tierra, maricaditas de esas que al final no sirven para nada, las cuales además de inútiles ni siquiera son de mármol sino de plástico... y si eso no es un cuento chino entonces  ¿qué?
Algo más que les puedo contar de la súper prolifica obra del argentino César Aira es que aparte de las novelas que les he nombrado he leído dos más que se me antojan tal vez las mejores, la primera, Las Noches de Flores y la segunda, Parménides. Y digo prolifica porque como dijo de él Carlos Fuentes, Parece que escribe hasta cuando se está bañando. Algo que suele causar cierto malestar e incertidumbre a sus críticos, algunos de los cuales piensan que su estilo es descuidado, sus historias superfluas y, sobre todo, lo que creo molesta más, es que no es un escritor comprometido con nadie ni nada, excepto con el arte de escribir: su trabajo, su pasión y su vida; si he entendido bien lo que de él va dejando por ahí en sus novelas.
Carmen Socorro Ariza-Olarte

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