miércoles, 8 de diciembre de 2021

 


ADIVINANZA

Algunos han opinado que como escritora soy un poco inmadura, y me encanta. Porque es verdad que para mí escribir, como casi todo lo que he hecho en mi vida, ha sido como un juego de niños. Tratando de ser madura, tuve un marido que se jalaba los pelos porque le decía que yo había encontrado la fórmula mágica  para exorcizar el castigo bíblico, convirtiendo mi trabajo en un hobby. Y mira que en aquellos años trabajaba duro, pero el pobre era uno de esos baby boomers, neoliberal, capitalista convencido, y no le cabía en su duro cerebro que no me lo tomara en serio. Era un ‘re-ingeniero’ de almas de la misma talla de esos que van por las organizaciones imponiendo nuevas narrativas mientras reorganizan instituciones y cerebros. Mas, qué puede ser más excitante y divertido que agarrar las palabras y crear con ellas criaturas divinas y/o infernales; parir avatares; resolver los asuntos peliagudos de la vida tan solo con letras y, luego, sentarme a chupar una colombina mientras me releo y/o corrijo?

Ayer, por ejemplo, vi una película de estreno en Netflix que me hizo pensar en un clásico como lo es la “Muerte en Venecia”; en un pasaje hermoso de “Memorias de Adriano”, en “Youth” y, en fin, en los efebos griegos y, de pronto, ¡zas!, recordé un cuento que escribí en el 2015, cuando las noticias y la narrativa del momento estaba enfocada en eso que llamaron ‘matoneo’, en español; ‘bullying’, en inglés y ‘pesten’, en holandés. Así pues, antes de hacer spoiler, aquí los dejo con mi cuento, llamado “Aquí, entre nos… la canción del Rapero”. De pronto un día se animan a contarme de que película les estuve hablando… ¡¿Por qué no?!

 

“AQUÍ ENTRE NOS…

la canción del Rapero”

Culparlo, lo que se dice culparlo, No, yo no lo culpo. Jalándole a la sinceridad hasta me alegró que lo hubiese hecho; si no hubiese sido él; en su honor, me hubiera tocado a mí. Se necesitan bolas para atreverse, ¡man!, y él: el Negro Pit, el apestado, ¡zas!, te puso por fin a dormir en Santa Paz.

Si te traigo estas flores es solo porque ahora, en vez de ser yo el que… Te toca a vos mismo chuparte el gladiolo.

La polí y el ministerio de justicia han venido a visitarme. Siendo yo quien era me toca cubrir las apariencias y, como todos, seguir al grupo; hacer como si tú no nos hubieses apestado nunca.

Mira, te he traído el muñeco de peluche que me regalaste la noche aquella. Te lo había dicho, te lo había advertido: te pusiste a jugarle al matoneo creyendo que él era yo y, ¡zas!, te han matado…

¡Toy mata’o, toy mata’o!; ¡tas mata’o! ¡tas mataó!...

Tú me inicias, yo lo inicio y

es él quien te finiquita…

¡Toy mata’o, toy mata’oooooo!

pero, de la risa… ¡man!

Tas mata’o, tas mata’oooooo!

 

C.S. Ariza-Olarte/ Utrecht, 2015